Raquel Levenson o el poder de las palabras
por Damián Nabot.
Aún muy joven,
hacia 1928 su familia se instala en la ciudad de Córdoba en busca de mejores
condiciones laborales. Raquel, impulsada por su hermano mayor Gregorio Levenson,
ingresa a la Federación Juvenil Comunista (FJC). Tras el golpe militar de 1930,
ambos hermanos reparten clandestinamente volantes a los obreros de la Fábrica
de Aviones de Córdoba, con la voluntad de ganar a la clase trabajadora para la
revolución. Comienza estudios en la Facultad de Ciencias Económicas de la UNC.
En los años ´30,
las necesidades laborales la empujan otra vez a Buenos Aires, donde se emplea
en la zapatería Oscaria, en el partido bonaerense de Avellaneda, en el que se
destaca como organizadora y oradora de la FJC. El responsable juvenil del
Partido Comunista en la zona sur es en ese momento Juan José Real. Bajo la
dirección de Real, los hermanos Raquel y Gregorio fundan a mediados de los años
30 el Centro de Estudiantes Universitarios de Avellaneda, donde se suma
enseguida al grupo una joven recién llegada de La Plata, Lola Rabinovich, que
huye de la persecución política extendida en torno a la universidad. En los
mítines organizados por el trío, Raquel es la encargada de las arengas: subida
en un cajón de madera do los trabajadores del frigorífico o el taller que
visitan abandonan la planta, 1a joven lanza impetuosa sus proclamas a favor de
la unión proletaria y la lucha contra el capital.
Los lazos entre
pensamiento y militancia llevan a Lola, Gregorio y Raquel a visitar la naciente
Biblioteca de Estudios para Después del Trabajo, inaugurada en el barrio Villa Porvenir
de Avellaneda. Libros de Gogol y Zola, cursos de corte y confección, conferencias
de intelectuales como José Peco, un constitucionalista radica], o como Rodolfo
Araóz Alfaro del “socialismo obrero”, muestran el fermento que la búsqueda del
nuevo mundo cultiva en la cultura. Gregorio se casa con Lola Rabinovich en 1936
y poco después Raquel anuncia su noviazgo con Real y la decisión de ambos de
partir hacia España para participar de la resistencia de la República, La
pareja zarpa para España en abril de 1937. Ella se desempeña como propagandista
y organizadora en la Dirección Nacional de las Juventudes Socialistas
Unificadas (JSU), resultado de la fusión de las juventudes del PSOE y del PCE,
cuyo secretario general es et joven Santiago Carrillo, Real, a su vez, se
integra en Brigadas Internacionales bajo las órdenes de Fernando Ponte Claudín.
Los sinsabores de la derrota acompañan el distanciamiento que Raquel y Real
atravesaron en España. Con el tiempo sus vidas toman caminos diferentes. Ella
alterna sus estadías en Madrid con visitas a los combatientes de los pueblos de
los alrededores. Real se mantiene junto a Clandin en las tareas de supervisión
de la prensa. Los últimos años están ensombrecidos por las consecuencias de las
purgas internas llevadas a cabo por el PC.
En enero de 1939
los republicanos deben abandonar Barcelona. La rendición provoca la huida de
cientos de las filas del Ejército y rumores de catástrofe. Raquel escapa a través
de Valencia con un embarazó muy avanzado, huyendo en un barco de bandera
inglesa hacia la costa de la Argelia francesa, donde es confinada en uno de los
campos de concentración montados por la Legión Extranjera. Gracias a su
condición de dirigente comunista, la rescata un barco soviético que la conduce
a Odessa. Se instala con su hijo Alberto en Moscú, donde es incorporada a la
Escuela Internacional de Marxismo-Leninismo que dirige George Dimitrov.
Durante Segunda
Guerra Mundial es trasladada a orillas del Volga para desempeñarse como
instructora político-militar del Ejército Rojo. En el contexto de la heroica
resistencia de Moscú al ejército nazi, participa de las tareas civiles que
permiten la organización de la ciudad y la subsistencia de su pueblo durante el
acecho alemán.
Regresa a la
Argentina en octubre de 1947, pero su extraordinaria trayectoria militante
—como oradora en las barriadas obreras de Avellaneda, en la España de la Guerra
civil, en la resistencia al nazismo en la URSS— no impulsa a la dirección
partidaria a promoverla, sino más bien a otorgarle roles subalternos. En primer
lugar, se incorpora al Secretariado Nacional de la FJC. Para entonces, su
hermano Gregorio es expulsado del PC argentino por su acercamiento al peronismo
de modo que la dirección partidaria le ordena cortar todo vínculo con él,
disposición que la dirigente cumple taxativamente.
Durante los años
del peronismo es una de las propulsoras de la Unión Patriótica de la Juventud
(UJPA) y la organización de estudiantes secundarios (FESBA). En 1952 integra la
Comisión Nacional de Educación partidaria y luego es designada Responsable de
educación para la provincia de Buenos Aires. Durante los años 60 activa en el Comité
partidario de La Matanza, provincia de Buenos Aires, del que es Secretaria política.
Trabaja entonces en la Coordinadora Interfabril de Comisiones Internas Metalúrgicas
de esa localidad. Y su tarea consiste en organizar la actividad gremial en las
fábricas y servir como eje de conducción y comunicación entre cada uno de los
delegados.
En el territorio
bonaerense, participa en la organización de las huelgas fabriles contra la
dictadura militar del Gral. Juan Carlos Onganía, que en el coro de múltiples protestas
y revueltas, como el Cordobazo y otros estallidos provinciales, marcan el fin
del “Onganiato”. En julio de 1967 regresa a la URSS, desde donde publica
trabajos elogiosos sobre las condiciones económicas de las repúblicas
soviéticas en los periódicos partidarios argentinos, como Nuestra Palabra y Frente
Unido. Regresa al poco tiempo para continuar su tarea en La Matanza, con la
sensación de regresar del futuro.
El nacimiento de
los setenta se muestra promisorio para el pensamiento de la izquierda. La
dictadura militar se hunde en su debilidad y las agrupaciones políticas se
agitan ansiosas ante la inminencia de los cambios. Para Raquel, sin embargo, el
tiempo de la política concluye. Poco después de iniciada la década, la
dirigente comunista es internada en el Instituto Médico de Haedo, en el oeste
del Gran Buenos Aíres. Un cáncer gravísimo, sin aviso, despierta en su
garganta. Los médicos desechan cualquier esperanza.
La mujer que había
interpelado a los trabajadores de los frigoríficos parada sobre un cajón de
manzanas, que había hecho de la oratoria su principal arma, que había
demostrado que podía encender el fuego libertario a la par de los hombres, o aún
mejor; Raquel, la hija del herrero, la protagonista de la Guerra Civil
Española, la sobreviviente de Stalingrado, recibía a la muerte en su garganta,
en su voz: un destino insolente, desdibujado, o tal vez lo contrario, una
despedida anticipadora, un augurio del ahoga - miento del viejo sueño
revolucionario que traían los tiempos. Muere el 3 de septiembre de 1971 a la
edad de 56 años.
(Artículo
publicado por Damian Nabot en: AA.VV, Diccionario biográfico de la izquierda argentina, Buenos Aires,
Emecé, 2007, pp. 366-367)
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