Acumulación originaria y clases sociales en Argentina: una aproximación
En un tiempo
donde el programa posmoderno hegemoniza la cultura, la vivencia cotidiana de la
sociedad reproduce una de sus premisas ideológicas clave: sólo existe el
presente permanente sin relación con el pasado. Cuestionar éste estado de
cosas, implica recuperar como objetivo y tarea explicar y comprender por qué los procesos históricos de cambio
ocurrieron en un sentido-forma específico. En esa perspectiva desarrollamos
estas aproximaciones al punto de inicio del capitalismo en Argentina.
La acumulación originaria
Desde comienzos del siglo XIX se
produjo en la región de lo que será Argentina una transición del colonialismo al capitalismo mediada por relaciones
de dependencia, debido a la adecuación de la economía local a la división
internacional del trabajo. Esto constituyó al país en una formación social mercantil con incidencia capitalista. Así: “La
acumulación originaria es un proceso que comprende dos aspectos: a) la concentración
de la propiedad mediante la presión económica, el monopolio, la usura o la expropiación
efectiva y b) el consecuente despojo de los antiguos propietarios. La acción de
acumulación originaria debe interpretarse, según Maurice Dobb: “… en primer
lugar, como una acumulación de derechos
–de títulos sobre patrimonios existentes, acumulados ante todo por razones
especulativas– y, en segundo lugar, como acumulación en manos de una clase que,
por su especial posición dentro de la sociedad, es capaz de transformar en
definitiva esos títulos acumulados de patrimonio en medios efectivos de
producción. En otras palabras, cuando se habla de acumulación (…) nos estamos
refiriendo a la propiedad de
patrimonios y a una transferencia de
propiedad, y no a la cantidad de instrumentos tangibles de producción en
existencia…” (1988: 10).
El proceso de acumulación
originaria de capital tuvo su epicentro
en la zona del Litoral ganadero-fluvial, con base en los latifundios y
saladeros encargados de la producción-comercialización de carnes y cueros
bonaerenses y otros productos de la región.
Un elemento característico fue
la yuxtaposición de relaciones sociales
de producción, donde se generó una subordinación de las formas de
producción pre-capitalistas a las formas capitalistas de producción por el peso
social de la burguesía del Litoral. Esta combinación puede observarse
zonalmente:
Þ Zona del Litoral: producción ganadera
exportadora y actividad comercial directamente inserta en el mercado mundial
(capitalista).
Þ Zona del Interior Andino: producción agrícola para el
abastecimiento del mercado interregional
Þ Zona de Tucumán: producción azucarera y
ganadería mular para el comercio interregional en Santiago del Estero, Litoral
y Alto Perú (pre-capitalista).
Þ Zona de Cuyo: producción vitivinícola-agrícola
de pequeños chacareros (pre-capitalistas).
Þ Zona de Córdoba: producción agro-ganadera y
administración tributaria inserta en el mercado interregional
(pre-capitalista).
La nacionalización de la
acumulación capitalista tuvo dos fases, primero mediante la adquisición de
propiedades baratas –a través del Estado, Campañas del Desierto mediante– y
segundo, a partir de la alta valorización de la propiedad de las tierras entre
1880-1890. Esta matriz agraria dependiente
estuvo desde los orígenes mismos del capitalismo argentino y sus límites
definen las limitaciones de la economía dependiente.
La formación de clases sociales modernas
La revolución de independencia
generó un complejo proceso de descomposición-reconstrucción de las clases
sociales o de creación de nuevas clases, como la burguesía terrateniente
porteña, que no puede reducirse explicativamente a la cuestión de la “lucha de
clases” o a los enfrentamientos entre ciudades. Esto se debe a la dificultad de
definir concretamente qué son y cómo actúan las clases sociales en el siglo
XIX. “Ya se sabe que las clases sólo se definen como tales sólo en la relación
de conflicto que las vincula y que los grados de intensidad de la lucha se
correlacionan con los de cohesión o pérdida de cohesión de una clase. ¿Cómo
explicar, entonces, esa historia en términos de lucha de clases si éstas no
están plenamente constituidas como tales?” (1996: 53).
El lugar que las clases sociales
van ocupando tras
Desde 1862 el rol del Estado,
particularmente del Estado porteño, fue el de la conformación de la clase
dominante nacional, pues la misma construyó su unidad como clase dominante en y por el Estado. Una vez consolidada
esta estructura estatal, se fue tejiendo una alianza entre la burguesía
bonaerense, los agroindustriales tucumanos y la elite administrativa cordobesa.
Posteriormente, y mediante Liga de Gobernadores o el Partido Autonomista Nacional,
esa clase dominante estableció un pacto político-social con otros sectores de
poder como
En el caso de las clases
subalternas, éstas manifiestan una notable debilidad político-ideológica por su
heterogeneidad social y su fragmentación regional. En este sentido, los
chacareros, campesinos pequeños, trabajadores rurales, pueblos originarios,
peones rurales y artesanos son grupos y no clases sociales. Hablamos de que, en
esta transición capitalista, las clases sociales están en un proceso de
constitución que recibe del Estado un impulso clave con la modernización de la
sociedad y la organización nacional. Será el Ejército el que resolverá la
necesidad de disciplinamiento de fuerzas de trabajo (gauchos que son incorporados coactivamente al mercado), así como la
destrucción de fuerzas productivas de las naciones originarias aniquiladas tras
las Campañas del desierto.
Los movimientos sociales que
expresaron a los grupos subalternos no originarios fueron las montoneras, cuyos objetivos eran la
defensa de la situación de los gauchos y grupos rurales que, coyunturalmente,
coincidió con la defensa del statu quo de los grupos dominantes del Interior.
Las dificultades para lograr una resistencia subalterna estuvieron dadas por el
exacerbado localismo y regionalismo que les impidió conformar un “espíritu de
escisión” que se tornase proyecto de país alternativo.
El movimiento de resistencia de
los grupos subalternos se vio limitado por el propio proceso de mutación social
y cultural que dichos sectores vivieron en ese período, debido al enorme
impacto del flujo inmigratorio producido en el país a fines del siglo XIX. De
esta forma, durante la modernización capitalista dependiente de
Las próximas décadas verán, en el movimiento de una nueva temporalidad, a los hombres y mujeres proletarios, protagonizar los episodios fundantes de las primeras alternativas de sociedad al predominio del capital.
Bibliografía utilizada:
Waldo Ansaldi, “Estado y sociedad
en la Argentina del siglo XIX”, en: Conflictos y procesos
de la Historia Argentina Contemporánea. Buenos Aires, CEAL,
agosto de 1988;, “Soñar con Rousseau y despertar con Hobbes: Una introducción
al estudio de la formación del Estado nacional argentino”, en: Estado
y sociedad en el pensamiento nacional. Buenos Aires, Cántaro, 1996, pp.
21-108.
[1] Hablando específicamente de los
grupos burgueses de Buenos Aires. Más aún, hablamos de un aburguesamiento de
las clases y grupos coloniales, sobre todo porteños y del Litoral.
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