Acumulación originaria y clases sociales en Argentina: una aproximación



por Pablo Leoncini. 


En un tiempo donde el programa posmoderno hegemoniza la cultura, la vivencia cotidiana de la sociedad reproduce una de sus premisas ideológicas clave: sólo existe el presente permanente sin relación con el pasado. Cuestionar éste estado de cosas, implica recuperar como objetivo y tarea
explicar y comprender por qué los procesos históricos de cambio ocurrieron en un sentido-forma específico. En esa perspectiva desarrollamos estas aproximaciones al punto de inicio del capitalismo en Argentina.

La acumulación originaria

Desde comienzos del siglo XIX se produjo en la región de lo que será Argentina una transición del colonialismo al capitalismo mediada por relaciones de dependencia, debido a la adecuación de la economía local a la división internacional del trabajo. Esto constituyó al país en una formación social mercantil con incidencia capitalista. Así: “La acumulación originaria es un proceso que comprende dos aspectos: a) la concentración de la propiedad mediante la presión económica, el monopolio, la usura o la expropiación efectiva y b) el consecuente despojo de los antiguos propietarios. La acción de acumulación originaria debe interpretarse, según Maurice Dobb: “… en primer lugar, como una acumulación de derechos –de títulos sobre patrimonios existentes, acumulados ante todo por razones especulativas– y, en segundo lugar, como acumulación en manos de una clase que, por su especial posición dentro de la sociedad, es capaz de transformar en definitiva esos títulos acumulados de patrimonio en medios efectivos de producción. En otras palabras, cuando se habla de acumulación (…) nos estamos refiriendo a la propiedad de patrimonios y a una transferencia de propiedad, y no a la cantidad de instrumentos tangibles de producción en existencia…” (1988: 10).

El proceso de acumulación originaria de capital tuvo su epicentro en la zona del Litoral ganadero-fluvial, con base en los latifundios y saladeros encargados de la producción-comercialización de carnes y cueros bonaerenses y otros productos de la región.

Un elemento característico fue la yuxtaposición de relaciones sociales de producción, donde se generó una subordinación de las formas de producción pre-capitalistas a las formas capitalistas de producción por el peso social de la burguesía del Litoral. Esta combinación puede observarse zonalmente:

Þ  Zona del Litoral: producción ganadera exportadora y actividad comercial directamente inserta en el mercado mundial (capitalista).

Þ  Zona del Interior Andino: producción agrícola para el abastecimiento del mercado interregional La Rioja y Catamarca (pre-capitalista).

Þ  Zona de Tucumán: producción azucarera y ganadería mular para el comercio interregional en Santiago del Estero, Litoral y Alto Perú (pre-capitalista).

Þ  Zona de Cuyo: producción vitivinícola-agrícola de pequeños chacareros (pre-capitalistas).

Þ  Zona de Córdoba: producción agro-ganadera y administración tributaria inserta en el mercado interregional (pre-capitalista).


La nacionalización de la acumulación capitalista tuvo dos fases, primero mediante la adquisición de propiedades baratas –a través del Estado, Campañas del Desierto mediante– y segundo, a partir de la alta valorización de la propiedad de las tierras entre 1880-1890. Esta matriz agraria dependiente estuvo desde los orígenes mismos del capitalismo argentino y sus límites definen las limitaciones de la economía dependiente.

La formación de clases sociales modernas

La revolución de independencia generó un complejo proceso de descomposición-reconstrucción de las clases sociales o de creación de nuevas clases, como la burguesía terrateniente porteña, que no puede reducirse explicativamente a la cuestión de la “lucha de clases” o a los enfrentamientos entre ciudades. Esto se debe a la dificultad de definir concretamente qué son y cómo actúan las clases sociales en el siglo XIX. “Ya se sabe que las clases sólo se definen como tales sólo en la relación de conflicto que las vincula y que los grados de intensidad de la lucha se correlacionan con los de cohesión o pérdida de cohesión de una clase. ¿Cómo explicar, entonces, esa historia en términos de lucha de clases si éstas no están plenamente constituidas como tales?” (1996: 53).

El lugar que las clases sociales van ocupando tras la Revolución de mayo no es producto de una superación de las relaciones de producción coloniales, sino que resultan de un proceso de “adaptación-transformación”[1] de los comerciantes porteños en productores rurales. Lo mismo ocurre en el terreno de las relaciones sociales de dominación. El ciclo de la fragmentación política (1820-1862), pone de manifiesto el desarrollo de un movimiento histórico complejo de articulación regional, encabezado por la burguesía bonaerense que produce la subordinación política, ideológica y económica de los grupos del Interior –de escaso carácter burgués– al proceso político-económico porteño, de claro carácter capitalista. La condición provincial de la burguesía bonaerense le impide convertirse en una clase nacional, dando lugar a una posición “política autonomista”.

Desde 1862 el rol del Estado, particularmente del Estado porteño, fue el de la conformación de la clase dominante nacional, pues la misma construyó su unidad como clase dominante en y por el Estado. Una vez consolidada esta estructura estatal, se fue tejiendo una alianza entre la burguesía bonaerense, los agroindustriales tucumanos y la elite administrativa cordobesa. Posteriormente, y mediante Liga de Gobernadores o el Partido Autonomista Nacional, esa clase dominante estableció un pacto político-social con otros sectores de poder como la Iglesia, el capital extranjero, la alta burocracia estatal y las Fuerzas Armadas, dando origen al régimen oligárquico.

En el caso de las clases subalternas, éstas manifiestan una notable debilidad político-ideológica por su heterogeneidad social y su fragmentación regional. En este sentido, los chacareros, campesinos pequeños, trabajadores rurales, pueblos originarios, peones rurales y artesanos son grupos y no clases sociales. Hablamos de que, en esta transición capitalista, las clases sociales están en un proceso de constitución que recibe del Estado un impulso clave con la modernización de la sociedad y la organización nacional. Será el Ejército el que resolverá la necesidad de disciplinamiento de fuerzas de trabajo (gauchos que son incorporados coactivamente al mercado), así como la destrucción de fuerzas productivas de las naciones originarias aniquiladas tras las Campañas del desierto.

Los movimientos sociales que expresaron a los grupos subalternos no originarios fueron las montoneras, cuyos objetivos eran la defensa de la situación de los gauchos y grupos rurales que, coyunturalmente, coincidió con la defensa del statu quo de los grupos dominantes del Interior. Las dificultades para lograr una resistencia subalterna estuvieron dadas por el exacerbado localismo y regionalismo que les impidió conformar un “espíritu de escisión” que se tornase proyecto de país alternativo.

El movimiento de resistencia de los grupos subalternos se vio limitado por el propio proceso de mutación social y cultural que dichos sectores vivieron en ese período, debido al enorme impacto del flujo inmigratorio producido en el país a fines del siglo XIX. De esta forma, durante la modernización capitalista dependiente de la Argentina se forjaron las tres principales clases subalternas del país: los obreros industriales urbanos; la clase media urbana y los chacareros. El proletariado como tal, no existió hasta comienzos del siglo XX como una clase de alcance nacional, más aún, manifestó una notable concentración geográfica en la región del Litoral y algunas zonas del Sur.

Las próximas décadas verán, en el movimiento de una nueva temporalidad, a los hombres y mujeres proletarios, protagonizar los episodios fundantes de las primeras alternativas de sociedad al predominio del capital.


Bibliografía utilizada: 

Waldo Ansaldi, “Estado y sociedad en la Argentina del siglo XIX”, en: Conflictos y procesos de la Historia Argentina Contemporánea. Buenos Aires, CEAL, agosto de 1988;, “Soñar con Rousseau y despertar con Hobbes: Una introducción al estudio de la formación del Estado nacional argentino”, en: Estado y sociedad en el pensamiento nacional. Buenos Aires, Cántaro, 1996, pp. 21-108.



[1] Hablando específicamente de los grupos burgueses de Buenos Aires. Más aún, hablamos de un aburguesamiento de las clases y grupos coloniales, sobre todo porteños y del Litoral.

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