¿Para qué re-leer la historia? Notas sobre la URSS y la II° Guerra Mundial (II)
por Pablo
Leoncini.
“No sólo son raíces / bajo las piedras teñidas de sangre, / aún sus puños levantados contradicen la muerte.”
–Pablo Neruda.
Batallas
sobre el pasado (y el presente)
La época que vivimos pareciera estar
determinada por el conformismo social, por la sacralización de lo establecido a
partir de los dictados de una cultura alienante que, como una especie de nuevo
credo masivo, modela nuestra sociedad desde fines del siglo XX.
Aunque, según la
tradición de los vencidos, las cosas pueden empeorar, también entendemos
posible (y necesario) ver el tiempo como
un documento de ruptura.
Necesitamos comprender
la historia como una sucesión de temporalidades alternativas a ese “tiempo
homogéneo” establecido por el vencedor cultural e intentar hacer estallar la
linealidad de la historia para desarmar este presente sin futuro alternativo.
Sin embargo,
descomponer la temporalidad hegemónica supone lo opuesto a cualquier intento de
mistificación o reproducción de dogmas pre-establecidos.
Por eso tenemos
que preguntarnos: ¿cómo le explicamos a los más jóvenes los motivos por los que
un Estado socialista de un país pobre y atrasado, venció a una de las
maquinarias de guerra y exterminio más poderosas de la historia? ¿Cómo oponemos
la rigurosidad científico-crítica del análisis a la demoledora tecnología
trituradora de ideas que representa (por lo general) la industria de la
comunicación? ¿Cómo explicarles que hubo un Estado en el que millones de
personas, comunes y corrientes, desafiaron, enfrentaron y vencieron, con una
descomunal pasión revolucionaria y un coraje moral, intelectual y físico únicos
a la barbarie nazi-fascista?
Esta tarea es
inviable desde simplificaciones y reduccionismos propios de la fantasía o de
una melancolía paralizante y cercana al conservadurismo. No tenemos recetas
infalibles, sino –como sugería Roberto Arlt– nuestra “prepotencia de trabajo”.
Causas
de la invasión a la URSS
Destruir al primer país
socialista del mundo no fue un acto de creatividad del fascismo alemán. En todo
caso, fue su expresión más destructiva y genocida. Su manifestación más
decidida y compleja, pero de ningún modo novedosa. Simplemente con registrar la
colaboración de las potencias capitalistas en la guerra civil entre
bolcheviques y contrarrevolucionarios, entre 1918 y 1921, tenemos una clara
muestra de anticomunismo en acción.
Tampoco
la posible (e inminente) invasión a la URSS fue algo desconocido para la dirigencia
soviética del período. Los integrantes de la inteligencia soviética, la llamada
Orquesta Roja[1] dirigida por Leopold
Trepper, obtuvieron datos clave que permitían prever rigurosamente el inicio de
la llamada “Operación Barbarroja”: la invasión nazi a territorio soviético.
El
gobierno de la URSS, liderado por Stalin, no consideró viable tal posibilidad
debido a que, en su análisis sobre el desarrollo de la guerra, primaba la
hipótesis de que –para el Tercer Reich– el Reino Unido significaba un enemigo
clave a vencer en esa etapa del conflicto. Derrotar a los británicos era un
paso previo, según esta perspectiva, a una invasión a la Unión Soviética.
No
obstante, la clave explicativa no puede reducirse al orden de los datos.
Tenemos que recuperar la perspectiva que complejice el expansionismo fascista
sobre la URSS, donde se combinaron desde los argumentos ideológicos del Tercer
Reich (racismo sobre pueblos eslavos y sobre finalización de la conspiración
judeo-comunista), aspectos estratégicos de la geopolítica como el control de
recursos naturales y de rutas de comunicación fundamentales existentes en
territorio soviético (la denominada “recuperación del espacio vital” germano),
la competencia interimperialista por la hegemonía mundial, hasta la destrucción
organizativa del movimiento comunista (la principal amenaza que tenía el
capital a nivel global).
El
militarismo, propio de los fascistas europeos, fue la concepción sobre la cual
basó Hitler sus certezas de un “rápido triunfo” sobre la URSS. Esto acompañado
de los logros militares inmediatos en casi toda Europa. La prioridad de la
técnica militar y sus industrias, así como el financiamiento recibido por las
grandes corporaciones alemanas, fueron el sustento de dicho militarismo.
Los
nazis especularon erróneamente que las contradicciones entre la sociedad y el
Estado soviético, especialmente entre campesinos y gobernantes y entre las
diferentes naciones que integraban la URSS, generarían colaboración o
indiferencia frente a la invasión alemana. Sobrevaloraron el aporte de
elementos antisoviéticos, espías y saboteadores, sobre la población, aspectos que
acompañaban la planificación invasora nazi.
De
este modo, la guerra –y su perspectiva genocida– fueron un desafío
extraordinario a la capacidad organizativa, movilizadora y dirigente del Partido
Comunista de la Unión Soviética (PCUS) y del conjunto del pueblo y del Estado
soviéticos, a pesar de los errores severos de Stalin[2] y la dirigencia que lo
acompañaba.
También representó un
punto de viraje en el movimiento comunista internacional y entre las fuerzas
democráticas del mundo. La posición sobre la defensa de la URSS frente a la
invasión nazi, delimitó posturas[3] sustanciales en la
política mundial.
El
stalinismo
Estas notas no se
plantean como un análisis específico sobre el fenómeno del stalinismo, tanto
dentro de la Unión Soviética como en el plano más amplio de la Komintern, pero
es absolutamente inviable una comprensión de la situación del país soviético
durante la guerra sin su mínima caracterización.
A
su vez, es lugar común en el debate contemporáneo, identificar grotesca y
groseramente la corriente stalinista que dirigió el Estado soviético y al
movimiento comunista, con el conjunto de las experiencias de transición
socialista y al comunismo como cultura política en general.
En
un complejo entramado en el que se cruzan desde el más reaccionario
anticomunismo hasta el oportunismo ideologista de no poca izquierda y, sobre
todo, una tremenda ignorancia histórica, se asocian aspectos contradictorios
pero no excluyentes de la experiencia soviética.
El
stalinismo fue un fenómeno desarrollado por las condiciones de derrota política
del movimiento comunista europeo para expandir la revolución soviética,
combinado con el enorme atraso cultural y económico, así como con la
destrucción de la URSS tras la guerra civil y la carencia de cuadros
político-técnicos (aptos para reemplazar la enorme masa de dirigentes muertos)
en la gestión de un país de extensiones gigantescas.
Asimismo,
la perdurabilidad de una medida “transitoria” como el sistema de partido único
(establecido por los bolcheviques hasta terminar la guerra civil), la muerte de
Lenin y las limitaciones de la oposición al liderazgo stalinista, fueron
algunas de las condiciones de posibilidad
para el afianzamiento de la dirigencia encabezada por Stalin.
Como
explicó Moshé Lewin[4],
se trató del cierre de un ciclo (entre 1925 y 1935) y del inicio de un ciclo
completamente diferente al propuesto por los bolcheviques. La elite dirigente liderada
por Stalin remodeló el Estado y la burocracia que lo administraba,
transformando bajo métodos policiales y autoritarios todo el proceso de transición
iniciado en 1917.
Aún
bajo estas condiciones, la dialéctica de la construcción socialista y no pocos
éxitos y enormes transformaciones, hicieron del liderazgo de Stalin un elemento
significativo de cohesión e identidad colectiva del pueblo soviético frente a
la barbarie nazi y la complicidad activa del “occidente democrático” con la
misma.
Economía y sociedad de la URSS durante la guerra
Un posible punto de
ruptura se inicia cuando comienza el desengaño con lo establecido, en especial
con los relatos ficcionalizados de la historia. Desarmar los nudos del “relato”
construido por los vencedores de la Guerra Fría, implica reconstruir ejes
analíticos que sustenten otra perspectiva.
Resulta
insostenible, entonces, definir a la URSS de los años ´30 como una sociedad
ejemplar. Del mismo modo que es absurdo entenderla como un infierno invivible.
Según
datos aportados por el trabajo de Jorge Saborido[5], la economía soviética
recorría una serie de dificultades y transitaba una etapa de hundimiento en la
producción a causa de la invasión alemana, así como una serie de complejas
dificultades en el incremento de los abastecimientos fundamentales. Los
indicadores negativos recorrían transversalmente la agricultura, la ganadería y
el comercio.
No
obstante se desarrolló una notable recuperación en pocos meses, debido a la
producción de las industrias militares, promovida por el Estado soviético. Y en
tal aspecto, es central destacar que la capacidad de fabricación de tanques,
aviones, armas y municiones lograda por
la URSS fue superior a la de Alemania nazi. El despliegue de este aspecto
clave fue posible por varios factores:
a- Por el proceso de industrialización
acelerada impulsado por el Estado soviético antes de la guerra (con altas
producciones de acero, maquinarias, electricidad y productos químicos) que
posibilitó la reestructuración, durante el conflicto, de otras áreas hacia la
producción de material bélico.
b- Por la progresiva complejización de las
actividades productivas industriales y tecnológicas, así como estructuras
organizativas eficaces y una creciente calificación de los recursos humanos
esenciales para las mismas.
c- Por la preparación técnica, militar,
organizativa y política previa al conflicto armado por parte de la ciudadanía
soviética (incremento de miembros de las Ejecito Rojo, formación de estructuras
guerrilleras, estructuras de defensa civil).
Un componente que roza
aspectos casi épicos, fue el traslado y la evacuación masiva de empresas clave hacia
el interior soviético (Los Urales) desde la segunda mitad de 1941. Vale la pena
citar los datos que publica Saborido: “se trasladaron un total de 1523 grandes
empresas (100 fábricas de aviones, entre ellas) que constituían casi el 12 % de
los activos industriales de la URSS”[6].
La
poderosa industria militar soviética también fue resultado de un proceso de
reconversión de la producción de bienes y servicios hacia la producción militar,
planificada por el Estado pero lograda en base a la colaboración consciente del
pueblo soviético, que prescindió de ciertos bienes a cambio de lo necesario
para vencer al enemigo.
El
plano de la subjetividad socialista, a pesar del stalinismo, resultó
imprescindible en el plano de la producción. Es el caso de la denominada “emulación
socialista” en el del mundo del trabajo, dinámica política y cultural promovida
por el PCUS y desarrollada para lograr altos niveles de productividad
industrial (mediante aumentos de las jornadas de trabajo de 36 a 40 hs
semanales). Este proceso de emulación se articuló con un férreo control de la
disciplina (centralización planificada), tanto por las instituciones estatales
como por el propio partido y gran parte de la población.
Pero
todas estas estrategias y acciones del Estado, el partido y el pueblo
soviéticos tuvieron como condición estructural la existencia del pleno empleo
de la economía soviética desde sus orígenes.
A
contramano del mito del “invierno ruso” o de los “errores de Hitler”, que
atribuyen a cuestiones extra sociales los elementos de la aplastante victoria
sobre el nazismo, consideramos que –tanto por sus condiciones económicas como
por la subjetividad antifascista y socialista que existía– la sociedad
soviética era la que mejor preparada de todas estaba para la guerra, especialmente porque para los pueblos de la URSS era esencial que se
materializara aquella frase de George Orwell respecto de que “Lo importante no
es mantenerse vivo, sino mantenerse humano”.
[1] Dice Wikipedia: La Orquesta Roja “comenzó a formarse en 1939, cuando
Leopold Trepper, un agente del Servicio de Inteligencia de la URSS, estableció
una. La importancia de la red de Berlín en la Segunda Guerra Mundial fue
primordial para desmantelar la estrategia alemana en la batalla de Stalingrado
(la Orquesta Roja causó por lo menos la muerte de 250 000 soldados del Eje
suministrando detalles estratégico-operativos del Frente del Este, e intervino
igualmente suministrando informaciones sobre fabricación de armas y los cohetes
V1 y V2). Por saber, sabía incluso la fecha exacta de la entrada de Alemania en
guerra contra la URSS, información sobradamente contrastada. Los alemanes
descubrieron la red por casualidad, en Bélgica, a fines de 1941; la
investigación les reveló que era la red de espionaje más amplia y profunda que
poseían los Aliados”.
[2] En la década del ´30, los métodos de
la lucha en la URSS contra los que no estaban de acuerdo eran terribles. Los arrestos masivos se iniciaron
en agosto de 1936. El 22 de mayo de 1937 fue detenido el propio mariscal
Tujachevski, al que anteriormente trasladaron de Moscú nombrando para el cargo
del comandante del Distrito Militar del Volga. El 11 de junio de 1937, el
Tribunal Supremo de la URSS acusó a Tujachevski, así como a comandantes de
Ejército como Yaquir, Uborevich y Kork; comandantes de Cuerpo, Eideman, Putna,
Feldman, Primakov, y al comisario del Ejército Gamárnik, de un complot con el
fin de usurpar el poder. Se les condenó a la pena capital. Fueron ejecutados de
inmediato. Cuando la Wehrmacht invadió Rusia, el Ejército Rojo era solo una
sombra de lo que había sido. Además de Tujachevski, otros tres mariscales, 13
generales y unos 5.000 oficiales habían sido ejecutados durante las
"purgas". Era el equivalente a cerca del 45% de todo el
"personal de vanguardia" del Ejército Rojo.
[3] Hasta el propio León Trotsky, enemigo intransigente del stalinismo,
mantuvo fuertes debates en el seno de su propio movimiento sobre la defensa del
Estado socialista. Esto puede verse en textos recopilados en su trabajo En defensa del marxismo, Buenos Aires,
Yunque, 1975.
[4] Moshé Lewin, “La Revolución de Octubre
de 1917 y la Historia, en: Le monde
diplomatique, Edición Cono Sur, Número 101, Buenos Aires, Noviembre 2007.
[5] Jorge Saborido, Historia de la Unión Soviética, Buenos Aires, Emecé, 2009.
[6]
Op.cit, p.
173.
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