La AIAPE y la consolidación de una sensibilidad antifascista (I)




por Adriana Petra.

Cuando Aníbal Ponce regresó de su tercer viaje europeo en mayo de 1935 su relación con el mundo intelectual francés había quedado confirmada por los vínculos estrechados con Henri Barbusse, apóstol del antifascismo comunista. En 1934, antes de partir a la URRS, participó del Congreso Mundial de Estudiantes celebrado en Bruselas y en abril de 1935 representó a los intelectuales latinoamericanos en un meeting celebrado en París donde se acordó la formación de Unión Internacional de Intelectuales Antifascistas. Impregnado del espíritu de movilización intelectual que reinaba en la capital del antifascismo, donde proliferaban los eventos animados por los comunistas, a su regreso a la Argentina Ponce impulsó la creación de la AIAPE[1], el 28 de julio de 1935[2].

Aunque formalmente externa al partido, esta organización fue el primer paso en la constitución de un “frente cultural” dentro del PCA y uno de los más importantes emprendimientos político-culturales promovido por los comunistas argentinos. De sus logros y limitaciones, así como de sus contenidos y estructuras, el comunismo local seguirá nutriéndose al menos en las siguientes dos décadas.

La AIAPE fue creada bajo la inspiración del Comité de Vigilance des intellectuels antifascistes de Paris (CVIA), organización creada en marzo de 1934 con un objetivo preciso: enfrentar al creciente activismo de la intelligentsia de derechas mediante una agresiva labor de edición y periodismo desplegada a lo largo de todo el territorio francés[3]. Francia fue el país donde la causa antifascista fue particularmente movilizante y eficaz, al punto que aun antes del VII y último congreso de la IC (Internacional Comunista), las políticas frentistas ya estaban a la orden del día en el partido dirigido por Maurice Thorez, que concretará con éxito un “frente popular” que llevará al poder en 1936 al socialista Leon Blum. La labor de los intelectuales franceses en la concreción de un movimiento de unión antifascista fue un antecedente ineludible del éxito de las políticas frentistas luego conquistadas y no sería posible soslayar el impacto que esa experiencia tuvo entre los intelectuales argentinos, siempre atentos a los movimientos culturales provenientes de la patria de las Luces.

La AIAPE conformó su primera comisión directiva con un espíritu laico y aperturista, como correspondía a la estrategia frentista y como sucedió en todo el mundo donde se crearon organizaciones unitarias y antifascistas. Junto a la presidencia de Aníbal Ponce estaban los nombres de tres hombres de similares rasgos generacionales: el escritor, periodista y ferviente antifascista Alberto Gerchunoff (1883-1950), quien estaba afiliado al Partido Demócrata Progresista; el dramaturgo y crítico teatral Edmundo Guibourg (1893-1986), de simpatías socialistas y hasta 1932 corresponsal en París del diario Crítica, y del dramaturgo Vicente Martínez Cuitiño (1887-1964). En los años venideros, y a pesar de que no puede dudarse de una amplia participación de intelectuales de procedencias diversas, la presidencia de la asociación recaerá en intelectuales cercanos al comunismo como el médico Emilio Troise (quien ingresará formalmente al partido recién en 1945) y el psiquiatra Gregorio Bermann. La misma estrategia se siguió con las publicaciones, las que, superado el período neutralista, fueron cada vez más controladas por los comunistas. Unidad por la defensa de la cultura, la primera revista que editó la AIAPE entre 1936 y 1939 fue reemplazada en 1941 por Nueva Gaceta, que apareció regularmente hasta 1943 bajo la conducción de un consejo integrado por Héctor P. Agosti, Raúl Larra, Gerardo Pisarello (1898-1986), y Arturo Sánchez Riva[4]. La AIAPE también fundó una pequeña editorial que publicó Cuadernos de la AIAPE y luego una serie de títulos bajo el sello Ediciones AIAPE, además de desplegar una intensa actividad de divulgación a través del dictado de cursos y conferencias[5]. Siguiendo el modelo exitosamente implementando por el PCF la AIAPE se organizó en distintas ramas según especializaciones. Los plásticos, los maestros, los abogados, los médicos y los periodistas constituyeron subcomisiones. La Asociación Juvenil de Escritores Proletarios, fundada por Elías Castelnuovo, pasó a conformar la sección juvenil. En 1936, Unidad informaba que la AIAPE contaba con más de 400 asociados y al año había formado filiales en Rosario, Tandil, Paraná, Corrientes, Tucumán, Tala, Crespo y Montevideo[6].

La contienda española, con toda la carga de dramatismo y espíritu heroico que acompañó la resistencia republicana hasta la caída de Madrid en manos de las tropas rebeldes en 1939, fue un acontecimiento de la magnitud suficiente como para dar nacimiento a una generación antifascista en la que los intelectuales y artistas tuvieron un rol central. En todo el mundo, con una intensidad que ya no volverá a repetirse al menos hasta los años 60, la Guerra Civil Española y luego la Segunda Guerra Mundial precipitaron a los intelectuales hacia formas de compromiso cada vez más contundentes, acorde con la magnitud de los que se consideraba en juego. Al mismo tiempo, la internacionalización del conflicto generó una nutrida red de contactos a escala mundial, producto tanto de los obligados exilios y desplazamientos a los que se vieron obligados muchos intelectuales en sus países de origen, como de la proliferación de organismos supranacionales dedicados a la causa antifascista, iniciativas en la que los comunistas se mostraron previsiblemente eficaces y dispuestos.

La apelación antifascista, presente ya desde la década del ‘20 en las asociaciones italianas liberales y socialistas, logró convertirse en un punto de referencia ineludible de la política argentina a partir de la Guerra Civil Española. Bajo la certeza de que el país se hallaba sumergido en una polarización ineludible entre fascismo y antifascismo, se aglutinaron amplios grupos políticos e intelectuales, desde radicales y conservadores, hasta anarquistas, socialistas y comunistas, pasando por demócratas progresistas, intelectuales liberales, francotiradores y artistas sin partido. El vínculo entre los sucesos internacionales y la situación local, marcada desde el golpe militar de setiembre de 1930 por el autoritarismo y el fraude, fue un elemento clave en el éxito de las iniciativas del antifascismo comunista. El escenario internacional les fue particularmente favorable en la medida en que la URSS pudo presentarse, al menos hasta 1939, como la única potencia que intervino en favor de la República española, en claro contraste con la pasividad de las democracias occidentales. A pesar de que la unidad granítica de los distintos sectores que confluyeron en el movimiento antifascista estuvo lejos de ser algo más que un componente de su relato de origen, lo cierto es que la “apelación antifascista”, tal como la definió Andrés Bisso, logró conformar una “tradición cultural” de una flexibilidad y potencia capaz de perdurar en el tiempo. La causa antifascista sirvió tanto para definir “el ropaje del enemigo al que se buscaba atacar como para conferir a los grupos unidos heterogéneamente bajo esa apelación cierto enfoque común con el que comulgar”[7].

La conciencia de que el fascismo había conseguido atraer no solo a sectores pequeño-burgueses y marginales sino también a trabajadores e intelectuales, obligó a considerar que solo una amplia alianza de individuos dispuestos a defender las libertades existentes más allá de sus diferencias políticas podía contener su avance. “Y ello requería una contra-campaña ideológica en la cual los escritores y los intelectuales tendrían que desempeñar un papel esencial”[8]. Pero además, como ha explicado Eric Hobsbawm, los intelectuales y artistas fueron particularmente receptivos a los sentimientos antifacistas porque la hostilidad del nacionalsocialismo hacia los valores de la civilización tal como se concebían hasta entonces se hizo sentir inmediatamente en los ámbitos que le concernían. Los que leían libros, dice Hobsbawm, incluido el Mein Kampf de Hitler, tenían más posibilidad de reconocer, en la retórica racista y en el horror de los campos de concentración, la posibilidad de un mundo en que la civilización fuera deliberadamente subvertida. Esta es la razón por la cual en los años ‘30 los intelectuales occidentales fueron la primera capa social que se movilizó masivamente contra el fascismo[9]. En el mismo sentido, el crítico uruguayo Ángel Rama definió al antifascismo como el “background universal” de la vida intelectual rioplatense anterior a 1939.

“(El) espíritu antifascista que unificó circunstancialmente varias filosofías políticas en la lucha del llamado progresismo democrático contra la ola de los fascismos que … se extendió por el mundo a partir de sus focos europeos… El papel de los intelectuales en la creación, estructuración y propaganda del movimiento antifascista no puede encarecerse lo suficiente.”[10]

 

(Fragmentos del trabajo de doctorado Intelectuales comunistas en la Argentina (1945-1963), La Plata, Universidad Nacional de La Plata, 2013, pp. 90-97)



[1] Agrupación de Intelectuales, Artistas, Periodistas y Escritores.

[2] Sobre la AIAPE consultar James Cane, “Unity for the Defense of Culture: The AIAPE and the Cultura Politics of Argentine Antifascism, 1935-1943”, en: Hispanic American Historical Rewiew N° 3 (77), 1997, pp. 443-482, Andrés Bisso y Adrián Celentano, “La lucha antifascista de la AIAPE (19351943)”, en: Hugo Biagini y Arturo Andrés Roig, El pensamiento alternativo en la Argentina del siglo XX. Obrerismo, vanguardia y justicia social (1930-1960), Buenos Aires, Biblos, 2006, pp. 235-265, Adrián Celentano, “Ideas e intelectuales en la formación de una red sudamericana antifascista”, en: Literatura y Lingüística N° 17, 2006, pp. 195-218 y Ricardo Pasolini, “El nacimiento de una sensibilidad política. Cultura antifascista, comunismo y nación en la Argentina: entre la AIAPE y el Congreso Argentino de Cultural, 1935-1955”, en: Desarrollo Económico N° 45 (179), 2005, pp. 403-433.

[3] Cfr.  Racine, “Le Comité de vigilance des intellectuels antifascistes (19341939). Antifascisme et pacifisme”, en: Le Mouvement social N° 101, 1977, pp. 87-113.

[4] UNIDAD por la defensa de la cultura. Órgano de la AIAPE editó tres números en 1936 y cinco en una segunda etapa entre 1937 y 1939. Nueva Gaceta. Revista de la AIAPE editó 24 números entre 1941 y 1943, cuando fue clausurada por el gobierno militar.

[5] Los títulos de Cuadernos de la AIAPE fueron: Emilio Troise, “Los germanos no son arios. Las teorías racistas y la ciencia” (1938), Raúl Larra, “La Revolución de Mayo y su pensamiento democrático” (1939),  Héctor P. Agosti, “El ocaso de la cultura” (1939). Libros y folletos de Ediciones AIAPE: Horacio R. Klappenbach,  Ayer eran las flores... Canciones y poemas de España y otros poemas de hoy (1938), Emilio Novas, Nacimiento, desarrollo, vida y pasión del cinematógrafo [c. 1938]; Emilio Troise, Aníbal Ponce, la cultura y el humanismo (1940), Emilio Troise, El caos del mundo y Waldo Frank (1942).

[6] Ricardo Pasolini, “La cultura antifascista y los “intelectuales nuevos” en la década de 1930: el Ateneo de cultura popular de Tandil”. Recuperado de Historia Política http://historiapolitica.com/datos/biblioteca/Pasolini%201.pdf .2007 (acceso el 11/12/2012).

[7] Andrés Bisso, El antifascismo argentino, Buenos Aires, CeDInCI/Buenos Libros, 2007, p. 21.

[8] Margot Heinemann, “Left Review, New Writing y la gran alianza contra el fascismo”, en: Debats N° 3 (26), 1988, p. 74

[9] Eric Hobsbawm, Historia del siglo XX, Buenos Aires, Crítica, 2011, p. 155.

[10] Citado en Adrián Celentano, “Ideas e intelectuales en la formación de una red sudamericana antifascista”, en: Literatura y Lingüística N° 17, 2006, p. 202.



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