La experiencia del FREPU (II)



por Rodrigo López y Victoria Bona.

Los ejes principales de la campaña electoral fueron el rechazo de la deuda externa que se expresaba en la consigna “moratoria por diez años” de sus capitales e intereses y el no pago de lo que se consideraba su parte ilegítima. Asimismo, se subrayaba la necesitad de políticas contra la desocupación, la abrupta caída de los salarios, la falta de viviendas, la carestía y el hambre[2]. Esas demandas, señaladas desde una perspectiva que incumbía a la realidad cotidiana de trabajadores y trabajadoras sumadas al cuestionamiento del avance en la desactivación del aparato productivo y al señalamiento de la necesidad de promocionar la obra pública para resolver la falta de instituciones de salud y educación se articularon con el rechazo a las directrices del FMI. En la campaña, el Plan Austral y el Fondo Monetario Internacional fueron presentados como los grandes enemigos de la clase trabajadora quien, junto a la CGT, debían proponer un plan económico alternativo frente al contexto de emergencia. La forma de garantizar ese proyecto suponía el incremento de los impuestos a los sectores privilegiados e incluía la nacionalización del comercio exterior, la Reforma Agraria y el monopolio estatal de la exploración y explotación de los recursos naturales. Las mujeres también se abrieron paso en la campaña y si bien no ocuparon los primeros lugares en las listas y tuvieron una participación minoritaria, 194 militantes mujeres integraron las listas como candidatas a diputadas, concejales y consejeras[3]. Un puñado de ellas tuvieron lugar en la difusión de la campaña, particularmente Irma Othar (PC), quien había sido Diputada Convencional Constituyente en 1957 y trabajadora del gremio de la carne; María Inés Brassesco (PC), que integraba el Comité Central y la Comisión Nacional Femenina, además de ser obrera metalúrgica; Nora Ciapponi (MAS) con una larga trayectoria política en el trotskismo, reconocida por su candidatura a vicepresidenta en 1973 por el PST y trabajadora textil. Figuras como las de Selva Araujo (PC) y Cristina Veiga (peronista) fueron las caras visibles en representación de los barrios más pobres y las villas de emergencia.

En cuanto a las consignas de campaña para las mujeres, si bien se enmarcaban en una mirada de género reproductoras de los sentidos hegemónicos de lo competente al mundo “femenino”, no solo se destacaba el espacio para sus problemáticas, sino que tenían propuestas que, si bien no eran demasiado avanzadas para las discusiones de las feministas de los ochenta, sí lo eran en relación con el lugar que los partidos políticos les daban a esas voces. En otras palabras, el programa dirigido a las mujeres incluía un diagnóstico que indicaba que ellas eran casi exclusivamente madres que estaban preocupadas por la seguridad, salud y educación de sus hijos e hijas y que, si bien eran trabajadoras fuera del hogar, también eran las responsables de organizar la economía familiar, realizar las tareas domésticas y de cuidados. Por otro lado, el programa del FREPU no solo presentó un diagnóstico, sino que en términos propositivos ofreció a la mujer “un puesto de lucha”; las llamaba a participar de la política, a salir del hogar para exigir guarderías y equidad salarial. Si bien no se esgrimieron críticas profundas al patriarcado ni se profundizaron en temas referentes a la libertad sexual y el placer, se exigió la ley de divorcio, la patria potestad compartida e indistinta y –ausente de las plataformas electorales de otros partidos– la garantía de acceso voluntario a la interrupción del embarazo. Asimismo, tanto en la presentación de candidatos como de candidatas se explicitaron si tenían o no hijos y en una importante cantidad de documentos[4] de campaña, más allá de los que abordaban específicamente el asunto, se plantearon los problemas de “la mujer” o “las mujeres”, el rechazo a la discriminación por sexo y la promoción de la participación de la mujer en los puestos de dirección.

En otro orden de cosas, el clima de época habilitaba el protagonismo de la demanda por la garantía y respeto por los Derechos Humanos y la democratización, terrenos en los cuales ambas organizaciones habían tenido experiencias militantes. Luis Zamora, el candidato principal en representación del MAS y dirigente de su organización, era un reconocido abogado defensor de los derechos humanos. En ese círculo, el PCA también gozaba de una trayectoria reconocida, fundamentalmente por su relación con la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos y la tradición propia de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre (Scocco). En lo que atañe a la defensa de la democracia, el programa del FREPU contuvo dos orientaciones centrales, la primera, la exigencia del juicio y castigo por los delitos de lesa humanidad y la eliminación de la Justicia Militar como fuero especial para condenar a los represores; el desmantelamiento del aparato represivo; la reforma en las Fuerzas Armadas y la libertad de los presos políticos con los que durante la campaña habían mantenido algunas reuniones. La segunda hizo hincapié en la democratización de la actividad política y sindical, exigiendo la derogación de la legislación restrictiva del derecho a huelga, la garantía de representatividad de las minorías y la exclusión del Estado, los partidos políticos y las patronales en la vida sindical.

Así como la objeción a la injerencia del FMI ponía de relieve un enemigo principal frente al cual imperaba aunar fuerzas, la solidaridad internacional con los países latinoamericanos fue un punto importante en los acuerdos políticos del FREPU. La chispa que la Revolución sandinista se había encendido en Nicaragua algunos años antes y el subsecuente enfrentamiento a “la contra” (es decir, a los grupos de derecha que se articularon contra la revolución nicaragüense) que había hecho emanar la solidaridad internacional desde los lugares más inesperados, concentró la atención de las organizaciones que estudiamos. La solidaridad con Nicaragua parece haber sido particularmente gravitante en el viraje del PCA[5] y, para el MAS, más allá de las diferencias políticas o ideológicas, se debía “poner en primer plano la coordinación continental contra las exigencias de la banca imperialista y la solidaridad activa con la revolución centroamericana (...) sin descuidar la responsabilidad directa que nos cabe en el auxilio a la resistencia chilena para tirar abajo a Pinochet”[6]. Junto con la lucha del Frente de Liberación Farabundo Martí en El Salvador y las diferentes formas que adoptaron los movimientos antidictatoriales en Chile, Uruguay, Bolivia y Paraguay, se fueron configurando algunos diagnósticos comunes en la izquierda y en algunos sectores progresistas que expresaban su solidaridad en la vida pública realizando colectas, actos y eventos, pero también viajando a esos países a intercambiar experiencias. En la plataforma electoral, las problemáticas referidas a los países latinoamericanos, y las posiciones que debían asumirse frente a ello, se incorporaron como parte de la antinomia liberación/dependencia a la que nos referimos algunas páginas atrás. El FREPU denunció la injerencia extranjera sobre las políticas locales, se posicionó contra las bases militares y la guerra nuclear, por la “segunda y definitiva independencia latinoamericanista”[7], por la soberanía nacional sobre las Islas Malvinas y por la solidaridad con los países del subcontinente. 

Delineados los acuerdos programáticos entre las organizaciones, la campaña del FREPU marchó hacia las elecciones del tres de noviembre. Las actividades de la misma no estuvieron exentas de dificultades de diversa índole, desde las discusiones políticas para establecer acuerdos entre el PCA, el MAS y sectores del peronismo, hasta los esfuerzos de propaganda para compensar la falta de recursos y acceso a los principales medios de comunicación. Los actos públicos, volanteadas, pegatinas y la conformación de comités de apoyo en los diferentes barrios, lugares de trabajo y estudio se pensaron como una solución para involucrar a los simpatizantes en la compulsa electoral. Un acontecimiento central fue el acto de cierre de campaña que se replicó en todas las provincias, pero que en Capital Federal tuvo particular significación. Para el PCA la idea del acto, como era propio de la organización en esa época, fue la de impulsar una convocatoria amplia y festiva. Pocos días antes, el 5 y 6 de octubre en Palermo, el partido puso al servicio de la campaña su Festival “Arte y Parte”, un evento que realizaba comúnmente durante esos años y que combinaba ferias de exposiciones, círculos de lectura y discusión política con recitales, eventos deportivos y distintos tipos de shows en vivo. Allí, se había anunciado la participación de referentes del PCA, del MAS y del peronismo como oradores al cierre. Además, el evento contó con tres “plazas” que eran espacios temáticos: la plaza Frente del Pueblo, la plaza Derechos Humanos, la plaza Solidaridad Internacional. Esta breve descripción ilustrativa de la perspectiva del PCA para la política cultural, y su forma específica de pensar los actos en los años ochenta, fue incorporada como parte de la liturgia de la campaña.

El acto de cierre tuvo otra condición y consistió en un acto público en la Plaza del Congreso, sitio que junto con la Plaza de Mayo era epicentro político de la ciudad de Buenos Aires. Los principales oradores fueron Villaflor y Vezza, por el peronismo, Nadra, por el PCA y Zamora por el MAS. La intención era visibilizar la fuerza política del FREPU y hacer una demostración de su capacidad de movilización que lo afirmara como una opción electoral. Fue convocado con la consigna central que se había sostenido durante toda la campaña: “el voto útil es el voto al FREPU”. Esa consigna pretendía enfrentar la polarización electoral entre peronismo y radicalismo y subrayar al espacio frentista como alternativa. Al mismo tiempo, el “voto útil” era un cuestionamiento solapado a la negativa del PI de integrar la alianza; en ese sentido, el FREPU destacaba que su espacio expresaba una amplia voluntad frentista que después de las elecciones debía seguir buscando la adhesión del conjunto de los trabajadores y las trabajadoras, las fuerzas políticas progresistas, y organizaciones sociales y populares, para resolver los problemas que asediaban al país. En particular, aquellos que eran producto de políticas económicas más alineadas con los intereses del FMI y que afectaban al del sujeto que el FREPU apelaba: los trabajadores y el pueblo. De todas formas, una vez pasadas las elecciones existieron diferencias sobre el horizonte del frente entre la expectativa del PCA por hacer del FREPU un frente de tipo popular que integrara a sectores progresistas de la burguesía, y la del MAS por convertirlo en un frente de izquierda que excluyera esa posibilidad sostenida por los comunistas.

Algunas de las cuestiones referidas al carácter político del frente se expresaron en el acto de cierre de campaña. Hubo acaloradas discusiones sobre la consigna que debía embanderar el escenario y sobre cómo debían identificarse las columnas: el PCA sostenía la importancia de llevar banderas celestes y blancas, banderas del FREPU y carteles que dieran cuenta de los lugares desde donde los participantes llegaban a la plaza; el MAS aspiraba a convocar a las banderas rojas que representaran a la tradición de la izquierda marxista. El PCA consideraba que las banderas argentinas expresarían mejor el espíritu frentista, seduciendo a aquellos sectores que siendo progresistas y/o populares no se identificaban con el marxismo y evitando ofender a los grupos peronistas que ya integraban el frente. Lo mismo sucedía con los slogans, el MAS se resistía a los esfuerzos del PCA de incorporar a los cristianos cuando se enumeraban las fuerzas agrupadas en el FREPU. Esos matices pretendían ser opacados por consignas conjuntas, como los cantos de los militantes que coreaban “yo la deuda no la pago, que se dejen de joder, moratoria por diez años y después vamos a ver”, o la arenga al horizonte en el que pretendía inscribirse la iniciativa frentista: “FREPU, carajo, arriba los de abajo”. Algunas veces se lograron consensos, otras veces se impuso el PCA que, según documentos internos del MAS, solía triplicar la contribución financiera en relación con la otra organización; en todo caso, las diferencias sobre distintos aspectos que concernían a la campaña se mantuvieron. En el acto, cuando los símbolos no pudieron consensuarse y la forma de conciliación que se encontró fue que el PCA se encargara de las banderas argentinas y el MAS de las banderas rojas, según cuenta Roberto Vallarino “nosotros [en referencia al PCA] caímos con unas banderas de tamaño normal [celestes y blancas] y ellos se aparecieron con unos terribles banderazos del MAS”[8]. También el PCA abusaba de esos grises intersticios de los acuerdos: si bien aceptaba que no se incorporara a los cristianos en los volantes, lo hacía en las pintadas callejeras.

Al mismo tiempo, denunciaron un bloqueo mediático propiciado desde los partidos tradicionales y los medios de comunicación y el accionar represivo de grupos conservadores o fuerzas estatales que asediaban manifestaciones públicas y pintadas callejeras, que para los y las militantes acorralaban las estrategias de difusión y propaganda del FREPU. Esas dificultades funcionaron para que las disputas minúsculas en las que muchas veces se enredaban entre las fuerzas del frente se soslayaran. De este modo, el veintiséis de octubre (el día del acto de cierre), comunistas y trotskistas de manera inédita corearon junto a un magro puñado de peronistas: “Comunistas de Athos Fava, peronistas de Perón, socialistas de Zamora, juntos por la liberación”. Ambos partidos reconocieron que el acto había sido un éxito en cuanto a la convocatoria, el PCA calculaba una participación de “decenas de miles”[9] en su órgano de prensa y el MAS contabilizaba treinta y cinco mil asistentes. Mientras el MAS sumaba dieciséis mil asistentes comunistas, catorce mil trotskistas y el resto “entre peronistas y gente suelta”[10] el PCA enfatizaba en la participación peronista que, según su semanario se expresaban en una gran cantidad “de dedos en V que se veían cuando se entonó el Himno Nacional o cuando se guardó un minuto de silencio por los “mártires populares” (Qué Pasa, no. 243 8).

En las elecciones legislativas de 1985, al igual que en 1983, el espacio electoral para las fuerzas de izquierda fue escaso. Se destacó la performance en provincia de Buenos Aires y Capital Federal donde el FREPU obtuvo el 3.51% y el 3.19% respectivamente. En distritos electorales de importancia como Santa Fe y Córdoba obtuvieron el 1.53% y el 1.04% respectivamente. En el resto del país los guarismos electorales no superaron el 1%[11]. La gran mayoría de los votos fueron retenidos o por el radicalismo o por las listas del peronismo, y en algunas provincias se destacó la elección de terceras fuerzas como el PI en Buenos Aires, donde obtuvieron tres diputados nacionales. El FREPU celebró dos hechos centrales sobre su actuación en las urnas tanto en los debates internos como en la intervención pública. Primero, el crecimiento en relación con las elecciones anteriores, dado que la suma de los votos que ambas organizaciones habían obtenido en 1983 se incrementó en todo el país en un 50% y en la provincia de Buenos Aires en un 70%. En segundo término, el PCA y el MAS celebraron que las localidades y barrios en los que mejores resultados se habían alcanzado eran localidades obreras, entre las que destacaron algunas del Gran Buenos Aires[12].

Las elecciones también supusieron un balance en el que se sopesó la perspectiva del FREPU hacia el futuro. Lo que la militancia expresaba con animosidad en el cántico “no tenemos diputados, no tenemos concejales, no tenemos un carajo, pero arriba los de abajo” tenía de fondo un panorama de desacuerdos bastante más complicado. El MAS pretendía que, para sostener el acuerdo y pasar de ser una alianza electoral a convertirse en un verdadero frente, el PCA debía disponerse a trasladar el acuerdo a los frentes de masas, particularmente al sindical; sin embargo, el PCA proponía hacerlo solo en los lugares donde resultara posible y paulatinamente, al tiempo que se veía más interesado en darle continuidad al acuerdo político con los ejes que habían sido las propuestas de campaña: oposición al Plan Austral, exigencia de moratoria de la deuda y defensa de los derechos humanos y la legalidad democrática. Sobre este punto, el PCA le pedía al MAS que modere su lenguaje, adaptándolo al fervor democrático propio del clima de época, pero el MAS consideraba que bajar el tenor de los discursos resultaba poco provechoso para delinear un perfil y una orientación política efectiva frente a la cooptación de los sectores más radicalizados por parte del peronismo y del radicalismo. Lo cierto es que el balance sobre la performance electoral y la consecuente lectura sobre las posibilidades de desarrollo del frente a futuro estuvo tensionado por la capacidad del FREPU de seducir a los trabajadores y las trabajadoras peronistas.

El frente sobrevivió un tiempo como alianza política durante el año 1986, en parte por el esfuerzo del PCA y el MAS por mantener un canal de diálogo e intervenciones comunes que se materializaron en actividades tales como plenarios y actos políticos como el 1º de Mayo. En algunos espacios de trabajo o sindicatos se llevaron adelante iniciativas de aunar esfuerzos en la conformación de listas de delegados o ante eventuales conflictos laborales, aunque los resultados de ello fueron dispares. Los primeros en abandonar al FREPU fueron algunas de las agrupaciones peronistas, sobre todo las de provincia de Buenos Aires y Capital Federal, que optaron por regresar al PJ con la perspectiva de incidir en la disputa contra los ortodoxos recostándose en los sectores de la Renovación. La alianza del PCA y el MAS concluiría formal y temporalmente en las elecciones de 1987, cuando los primeros optaron por conformar el Frente Amplio de Liberación y los segundos concurrieron a las urnas solos. En 1989, en un contexto nacional e internacional que había cambiado por completo, comunistas y trotskistas formarían Izquierda Unida, una coalición que se reconocería como heredera del FREPU y que hegemonizó el espacio a la izquierda de los partidos tradicionales en la Argentina de los tempranos noventa.

 

(Fragmentos del trabajo de Rodrigo López y Victoria Bona: “Los desafíos del Frente del Pueblo. El PCA y el MAS en la transición democrática argentina”, Revista Historia Social y de  las Mentalidades, 24(2), 2020)


[2] MAS, Volante: Declaración Frente del Pueblo, septiembre 1985.

[3] Qué Pasa, Año 5, n° 240, 9 de octubre de 1985, Sección Segunda.

[4] La prensa del PCA subrayó la participación de mujeres numerosas veces. A modo de ejemplo, ver: Qué Pasa, Año 5, n° 240, 9 de octubre de 1985, Sección Segunda, p.2, que reúne a las principales candidatas; por su parte, y de manera sucesiva, el MAS interpeló a las mujeres presentándoles a sus candidatas, a modo de ejemplo: MAS, “Volante: ¡A usted mujer le interesa!”, octubre, 1985.

[5] Paula Fernández Hellmund y Victoria Bona: “El Movimiento de Brigadistas Libertador General San Martín y el XVI Congreso del Partido Comunista de la Argentina. Tradición y frontera política”, en: Actas del IX Encuentro Nacional y III Congreso Internacional de Historia Oral de la República Argentina, 2009.

[6] MAS, Proyecto de carta a ser entregada en la reunión del día 17 al Comité Central del PCA, Abril de 1985, p. 4.

[7] Qué Pasa, Año 5, N° 238, 25 de septiembre de 1985, p. 2.

[8] Roberto Vallarino, Medio siglo militando, Buenos Aires, Cartago Ediciones, 2012, p. 194.

[9] Qué Pasa, Año 5, N° 243, 30 de octubre de 1985, p. 8.

[10] MAS, “Circular interna no.115”, 31 de octubre de 1985”, p. 1.

[11] Datos extraídos de: https://www.argentina.gob.ar/interior/dine/resultadosyestadisticas/1985

[12] Como parte del balance electoral, en la prensa del PCA se presentó un cuadro comparativo de los votos obtenidos por el MAS y el PCA en 1983 y por el FREPU en 1985, de los resultados por provincia y específicamente de las localidades bonaerenses: Qué Pasa, Año 5 N° 247, 20 de noviembre de 1985, pp. 9-10.


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