La experiencia del FREPU (III)








por Rodrigo López y Victoria Bona.

“Peronizar al FREPU”: Una estrategia del PCA y el MAS hacia la clase trabajadora

Como vimos, entre muchas de las razones que llevaron a la formación del FREPU se destacó la necesidad de construir un polo de referencia lo suficientemente atractivo para disputar la representación política de los trabajadores y las trabajadoras peronistas. En este apartado nos proponemos reflexionar sobre este núcleo problemático, examinando la manera en que el nuevo contexto abierto por la transición democrática introdujo elementos novedosos en la relación entre izquierda y peronismo que se expresaron de manera singular en el FREPU. Si bien las corrientes del peronismo que confluyeron en esta alianza fueron agrupaciones menores que actuaban centralmente a nivel local o municipal, el FREPU se conformó como el primer frente político-electoral en la historia argentina que articuló a sectores de la izquierda con el peronismo. Por caminos diferentes, tras la salida de la dictadura militar, tanto el PCA como el MAS arribaron a la conclusión de que la nueva etapa que se abría en el país requería ajustar sus líneas políticas hacia este movimiento político para facilitar el diálogo con la mayoría de la clase obrera.

Asimismo, la crisis interna que atravesaba el Partido Justicialista (PJ) luego de la derrota de 1983 reforzó un diagnóstico al interior del PCA y del MAS que postulaba que las dificultades que atravesaba el PJ eran la expresión de una crisis histórica de la principal fuerza política con la cual se identificaba la clase obrera argentina y, por lo tanto, una oportunidad para que la izquierda argentina ocupe su lugar como espacio de referencia de los intereses obreros. Luego del triunfo de Alfonsín, se delinearon dos corrientes al interior del PJ. La primera, identificada como los “ortodoxos” agrupó a los sectores que habían dirigido la campaña de 1983, de ahí que se los reconociera como los “mariscales de la derrota”. Recostados en el poder de los dirigentes de los sindicatos más importantes del país, se ubicaron ideológica y políticamente a la derecha[1]. La derrota de 1983 dio surgimiento a lo que se conoció como la “Renovación”, un movimiento heterogéneo compuesto por políticos urbanos, sectores sindicales de centro-izquierda y dirigentes provinciales. Los renovadores se constituyeron como una corriente que abogaba por la necesidad de encarar transformaciones políticas, organizacionales y programáticas al interior del peronismo. Colocaron en su agenda la necesidad de democratizar los mecanismos de decisión al interior del PJ, replantear los lazos del partido con los sindicatos, abandonar la imagen autoritaria y conservadora del peronismo en lo social a favor de una agenda más progresiva (en cuestiones como los derechos humanos o la ley de divorcio) y ampliar la convocatoria del movimiento más allá de su núcleo tradicional –la clase obrera urbana– con el fin de atraer el voto de las clases medias[2]. En las elecciones parlamentarias de 1985, renovadores y ortodoxos fueron en listas separadas. Aunque el radicalismo se impuso como fórmula mayoritaria en todo el país, los renovadores superaron a los ortodoxos con una diferencia considerable, posicionando a los primeros como un nuevo espacio referencial del peronismo[3].

La política del MAS y del PCA hacia el peronismo en los tempranos ochenta deben verse como el resultado de deliberaciones y definiciones al interior de cada organización, pero en su análisis también es importante ponderar el peso de las dificultades del peronismo por reacomodarse a los desafíos que presentaba la nueva etapa del país. Como planteamos, tres fueron los componentes centrales del FREPU: el MAS, el PCA y corrientes menores del peronismo combativo. Aunque cada integrante imprimió a la alianza contenidos y objetivos diferentes, existió un acuerdo transversal que postulaba lo siguiente: el perfil electoral de la campaña del FREPU debía orientarse a presentarlo como la alternativa consecuente del peronismo de los trabajadores. A fines de jerarquizar este perfil, las corrientes del peronismo del FREPU estuvieron sobrerrepresentadas con relación a su peso real, obligadas a recostarse en el MAS y el PCA que contaban con una estructura organizacional significativamente mayor, además de poseer la legalidad para presentar listas. De ahí que unos meses más tarde, promediando el año 1986, cuando el FREPU progresivamente comience a desgranarse empezando con la ruptura de sus aliados peronistas, el MAS se consuele diciendo que esa ruptura terminaba “la operación quirúrgica iniciada en enero para bajar a Villaflor del caballo al que ayudamos –correctamente– a subir en el período pre-electoral”[4]). En consecuencia, la presencia del peronismo al interior del FREPU era funcional al PCA y al MAS, no tanto por su capacidad de incidir en la captura de votos peronista, sino en la medida que legitimaba al frente para intervenir en la disputa entre ortodoxos y renovadores arrogándose la representación auténtica del peronismo de los trabajadores.

El peronismo aparecía en el FREPU como lo que Gareth Stedman Jones denominó para el Partido Laborista inglés como un “centro vacío”, un espacio atravesado por diferentes grupos con lenguajes muy disímiles, y contrapuestos en muchos sentidos[5]. Para los peronistas del frente, el FREPU era la alternativa que rescataba “las banderas del peronismo de los trabajadores, el peronismo popular del coronel Perón y la compañera Evita, el peronismo que se hizo desde abajo el 17 de octubre”[6]. Acusando a los ortodoxos por sus vínculos con el pasado dictatorial y su estilo de conducción verticalista y autoritario, y diferenciándose de los renovadores por abogar por un estilo de política definida como “rosquera” y profesional que difuminaba los orígenes de clase del movimiento, el peronismo presentó al FREPU como la garantía de la “defensa del patrimonio nacional y de las conquistas obreras del 45”[7]. De esta manera, los peronistas del interior del FREPU se presentaron como los continuadores de una genealogía histórica que trazaba una línea que iba del programa que llevó al triunfo de Perón en 1946, naufragaba por la resistencia peronista contra la proscripción que sufrió el movimiento luego del golpe de Estado de 1955, continuaba con las luchas obreras y populares desatadas tras el Cordobazo en 1969 y la resistencia contra la última dictadura militar. No es casual que el principal referente del peronismo al interior del FREPU, José Villaflor de la localidad del conurbano bonaerense de Quilmes, fuera presentado como la persona que encarnaba esas cualidades y que había sido protagonista en los hitos más importantes de la historia del movimiento peronista. Una nota del Qué Pasa introducía a Villaflor como uno de “los imprescindibles de Bertolt Brecht”, participante de la resistencia peronista y primo de Raimundo Villaflor y Rosendo Rosendo García militantes de la Unión Obrera Metalúrgica, cuyo asesinato en 1966 inspiró a Rodolfo Walsh para escribir ¿Quién mató a Rosendo? Villaflor, obrero gráfico, había sido prosecretario de la CGT de los Argentinos, fundada en 1968 por Raimundo Ongaro, que aglutinó a sectores del sindicalismo combativo. Durante los años de dictadura militar tuvo que exiliarse a México[8]. Villaflor y los grupos del peronismo que participaron en el FREPU lo hicieron construyendo una versión propia del peronismo. Contra los ortodoxos rescataron su pasado combativo y antidictatorial, y contra los renovadores reivindicaron sus orígenes de clase y sus trayectorias sindicales. En la izquierda estos grupos de peronistas parecían encontrar los atributos de consecuencia y honestidad que habilitaba la posibilidad de construir una agenda en común en función de los acontecimientos recientes. En este sentido es que planteaban que “preferimos aliarnos con ellos que estuvieron al lado nuestro contra los militares, contra los burócratas sindicales, contra el hambre y el plan austral” (Trabajadores Peronistas de Quilmes).

Con relación al PCA y al MAS, debiéramos puntualizar que el electoral no fue el único ámbito en donde se llevaron adelante experiencias de articulación y alianzas con las diversas corrientes del peronismo. En las elecciones sindicales que se desarrollaron entre 1984 y 1985, ambas organizaciones construyeron listas unitarias con dirigentes y corrientes gremiales identificadas con el peronismo, llegando a conquistar, incluso, la dirección de algunos sindicatos. Por lo general, estas listas se construyeron destacando su perfil “combativo” y su carácter opositor a las conducciones sindicales tradicionales (muchas de las cuales estaban ligadas a la corriente de la ortodoxia peronista). El PCA, por su parte, participó del Movimiento de Juventudes Políticas (MOJUPO) que, fundado en 1983 por las ramas juveniles de la Unión Cívica Radical, el Partido Justicialista, el Partido Intransigente, el Partido Comunista y varias fracciones del socialismo, representó un intento de confluencia en torno a la denuncia contra la injerencia del FMI en Argentina y la solidaridad con la lucha del pueblo de Nicaragua. La experiencia del MOJUPO reunió a jóvenes provenientes de diferentes tradiciones políticas que llevaron adelante movilizaciones y actividades político-culturales, aunados en un perfil latinoamericanista y antimperialista (Manzano).

No obstante, la conformación del FREPU supuso un paso más. Las experiencias de confluencia en espacios sindicales y juveniles entre izquierda y peronismo no eran del todo novedosas en la historia del movimiento obrero y de la juventud argentina, pero la conformación de una alianza política-electoral sí. Vimos en el caso del PCA que su participación en las elecciones de 1983 se realizó bajo la “convicción” de que la unidad de peronistas y comunistas era “el núcleo de la unidad obrera y popular, la base principal –no excluyente– de la Argentina por venir”[9]. En ese marco, el PCA apoyó la fórmula Luder-Bittel y presentó listas únicamente para las elecciones de diputados nacionales. Profundizando en esa orientación política que sostenía la existencia de una línea divisoria entre la liberación o la dependencia o pueblo y FMI, el PCA, en la previa a la conformación del FREPU, construyó su orientación electoral sobre la base de la búsqueda de acuerdos con aquel campo heterogéneo de fuerzas políticas que se reivindicaban nacionales y populares. Ello habilitaba una importante dosis de flexibilidad política en la pesquisa de aliados potenciales que tenía como interlocutores predilectos a sectores del peronismo, del Partido Intransigente y del radicalismo. En este esquema de potenciales compañeros de ruta, el MAS aparecía como último en las prioridades, en la medida que para el PCA su orientación carecía de capacidad para sostener una política diferenciada con los “sectores de la burguesía” dispuestos a llevar un enfrentamiento con lo que entendían era el “enemigo principal”: los monopolios imperialistas, la oligarquía financiera y el gran capital[10]. En este marco, el PCA entendióla política de unidad con el campo de las fuerzas que pugnaban por la “liberación” y el “pueblo” como la garantía para llevar adelante el programa del peronismo “avanzado”, un peronismo que se “asienta en la combatividad y el desarrollo de la conciencia de la base de masas obreras y populares creado por el general Perón en los años ‘40”[11]. Al igual que el grupo de Villaflor, el PCA también formuló una interpretación propia del peronismo que realzaba sus atributos de combatividad y de ser una fuerza nacional opuesta a los intereses del imperialismo. Una vez que la posibilidad de acuerdos con el PI y sectores del peronismo renovador se viera clausurada, el PCA entenderá al FREPU como una vía para “alentar a lo que nos interesa fortalecer, a los más combativos, a los sectores revolucionarios [del peronismo] con los que marcharemos al partido único y a la revolución”[12]. Así, el FREPU fue pensado por los/ las comunistas como una herramienta de intervención en la interna que sacudía al justicialismo, para construir alrededor de este un polo que “recupere las banderas históricas que reivindican lo mejor del peronismo”[13].

La posición del MAS en este punto fue mucho más ambigua. A diferencia del PCA, el lugar que ocupó el peronismo en su orientación electoral fue más ambivalente, dirigida más a la disputa por la representación política de los trabajadores y las trabajadoras identificados con esta corriente que a alcanzar a acuerdos con algunas de sus organizaciones. Previo a la conformación del FREPU, el MAS apostó a la conformación de un Frente de Trabajadores y la Izquierda que tendría como objetivo aglutinar a un amplio espectro de fuerzas que involucraban al PI, al Partido Socialista Popular[14], al Partido Obrero y fundamentalmente al PCA. Un frente de estas características debía reconocerse fundamentalmente como un frente “clasista”, y desde esta perspectiva se proponían interpelar a los “honestos luchadores que estén en las filas del Partido Justicialista”[15]. En este punto, y a diferencia del PCA que fundaba su apelación hacia el peronismo a partir de un acuerdo programático derivado de la disyuntiva “liberación o dependencia”, en el MAS la propuesta hacia el justicialismo hacía más hincapié en el carácter de clase de su base social que en el carácter de frente popular. Mientras el MAS intensificaba sus tratativas con el PO, con el que cerraron un frágil acuerdo electoral que duró menos de un mes, en paralelo con el PCA se iba decantando un terreno de acuerdos en común fortalecidos por la coyuntura política. Recordemos que el gobierno de Alfonsín a mediados de junio de 1985 lanzó el Plan Austral con el respaldo del FMI. El Plan Austral supuso una reorientación importante de la gestión del alfonsinismo hacia una política económica de tipo más ortodoxa, que fue interpretada por la izquierda como un programa de “entrega” y de sumisión a los dictados del capital financiero. Esta situación, junto a una postura más crítica del PCA hacia el gobierno nacional, creaban para el MAS las condiciones para construir un frente electoral de “resistencia al programa fondomonetarista y por un frente que presente una alternativa de los trabajadores, “de izquierda o de liberación nacional (el problema no está en el nombre)”[16]. Las pretensiones programáticas del MAS fueron flexibilizándose, allanando el terreno para ampliar las fronteras de su política de alianzas, acercándolos al planteo del PCA y a la posibilidad más concreta de confluir con sectores del peronismo. 

Coincidiendo con el PCA y las corrientes del peronismo del FREPU, el MAS también presentó a la alianza como una herramienta “para actuar con los trabajadores peronistas”[17]. En su perspectiva, la participación del peronismo en el frente constituía el elemento más importante, incluso por encima de ellos mismos y del PCA. Como fue explicitado, la importancia de los grupos del peronismo del FREPU no residía en su capacidad militante, que de hecho era tan pequeña que hasta sus volantes eran impresos por el PCA y el MAS. Su importancia, como indicamos, residía en que su presencia legitimaba al FREPU en la disputa con el peronismo. El MAS pensaba que su rol al interior de la alianza era la de “peronizar al FREPU”[18], entendiendo que “peronizar” era realzar sus atributos clasistas, lo que reflejaba algún matiz en la concepción que sostuvo el PCA, al que lo acusaban de querer profundizar los aspectos “frentepopulistas” del FREPU, es decir, de alianza policlasista. Asimismo, esta particular interpretación de “peronizar” al frente en sentido clasista, funcionaba para el MAS como una propuesta que, al mismo tiempo que insertaba al frente en esta tradición política, les permitía como organización conservar un elemento fundante de su identidad, como lo era la apelación clasista. Sin embargo, la definición no dejaba de ser ambigua y coherente con el lugar asignado al peronismo en el frente. En este sentido, en la perspectiva del MAS también existió un punto en común con el resto de sus aliados, acuerdo fundado en la creencia de que la crisis del peronismo y su división entre renovadores y ortodoxos era una oportunidad para la izquierda. La querella de quiénes representaban al sujeto peronista necesitaba, de esta manera, responder a la pregunta de qué era el verdadero peronismo en el contexto de la Argentina de los ochenta. El FREPU se planteó como una alternativa para ello, albergando en su interior tradiciones de las más diversas, que buscaron encontrar un equilibrio en algunos núcleos identitarios compartidos por las corrientes que convivían en su interior, como la apelación clasista, combativa, nacional y antimperialista.

Conclusión

En este trabajo hemos realizado una reconstrucción del escenario donde por primera vez en la historia argentina un frente político-electoral reunió a comunistas, trotskistas y un sector del peronismo de izquierda. Sostuvimos que la constitución del FREPU supuso un punto de inflexión en las trayectorias del MAS y el PCA y también de un ala minoritaria del peronismo. Estos abrevaban en tradiciones políticas de las más disímiles y su confluencia implicó emprender un arduo trabajo para sopesar diferencias y encontrar puntos de acuerdo. La crisis de la dictadura y los inicios del régimen democrático encontraron a estas organizaciones ubicadas en posiciones muy diferentes para encarar la nueva etapa que se abría en el país. No obstante, los procesos de movilización política y social que se verificaron durante estos años, la emergencia de una nueva camada militante de jóvenes y no tan jóvenes, y las expectativas alimentadas por la convicción de que una nueva etapa se abría en el país, reorientaron la actividad del PCA y el MAS. Su militancia, robustecida en el transcurso de la “primavera democrática”, pudo insertarse en ámbitos como el laboral, el universitario, el campo artístico y cultural, o en el movimiento por los derechos humanos. En la documentación consultada para este trabajo, pudimos verificar que la constitución del FREPU apareció como una expresión de este proceso más general que atravesaba al campo de la izquierda argentina. Cuando los y las militantes de la alianza cantaban “no tenemos diputados, no tenemos concejales, no tenemos un carajo, pero arriba los de abajo”, expresaban parte de lo que el FREPU representaba para ellos y ellas: un frente que se nutría de las experiencias de los y las de “abajo”, que debía presentar batalla en un terreno esquivo y adverso para las organizaciones de izquierda como lo era el electoral.

Los años ochenta han sido una época bisagra para las izquierdas en la Argentina. Afectadas por el inusitado ejercicio de violencia estatal de la última dictadura militar, debieron afrontar el desafío de adecuar sus prácticas militantes y sus programas políticos en una Argentina que distaba mucho de parecerse a la de décadas anteriores. El análisis del FREPU nos permitió examinar algunas de esas transformaciones y reconstruir las dificultades y las oportunidades avizoradas por estas en el nuevo escenario político. Sin lugar a dudas, muchas de estas reformulaciones programáticas se plantearon como una respuesta a los efectos de la crisis de la deuda desatada en 1982 sobre los países latinoamericanos, y en Argentina en particular. El crecimiento exponencial de la deuda externa tras la salida de la dictadura militar, el stand-by firmado con el FMI en diciembre de 1984, y el giro hacia una política económica de tipo más ortodoxa, con el aval del FMI que representó el Plan Austral en junio de 1985, reforzaron un diagnóstico de la realidad del país en la clave de liberación o dependencia. En síntesis, el FREPU se constituyó sobre la base de una lectura compartida sobre la realidad del país encuadrada en el tópico “FMI o pueblo”. Con ello, no queremos decir que el antimperialismo como horizonte no haya estado presente antes en las izquierdas, pero sin lugar a dudas los cambios acaecidos tras la crisis de deuda en América Latina, en términos estructurales pero también políticos, reforzaron la denuncia contra los capitales extranjeros como elemento estructurante de la discursividad y los programas de la izquierda.

Los procesos de movilización política y de lucha antidictatorial en el resto de los países de América Latina contribuyeron a lo señalado anteriormente. Aunque el PCA y el MAS partían de posiciones políticas e ideológicas bastantes disímiles y, en algunos puntos, hasta antagónicas sobre temas como la revolución nicaragüense o la lucha del pueblo de El Salvador, los ochentas fueron un escenario donde, como ha sostenido Valeria Manzano, se desplegó un renovado imaginario latinoamericanista y antimperialista. Este horizonte ejerció una influencia notable en la nueva generación de militantes surgida tras la crisis de la dictadura militar, que alcanzó no solo a los partidos de las izquierdas, sino a un amplio espectro de juventud. La solidaridad con las luchas de los pueblos latinoamericanos, además de tener una expresión programática en el FREPU, debemos pensarla como parte de ese piso de acuerdos y también de sensibilidades políticas muy propias de la época que actuaron como un núcleo común sobre el cual ambas organizaciones construyeron un perfil propio para la disputa electoral. El FREPU recogió en su propuesta gran parte de la agenda de demandas que atravesaban a las izquierdas en la época. Junto a la denuncia contra la injerencia del FMI y la solidaridad con las luchas de los pueblos latinoamericanos, ambas englobadas en la disyuntiva liberación o dependencia también incluyó la denuncia contra la violación de los derechos humanos ejercida durante la última dictadura militar, el juicio y castigo a los represores, y realizó una serie de propuestas para desterrar los resabios autoritarios que persistían en el país. Las problemáticas referidas a las mujeres ocuparon un lugar, destacando su apoyo a la patria potestad compartida y el derecho al divorcio. A contracorriente de la época, y ausente en el resto de las plataformas electorales de los demás partidos, exigieron el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo y una legislación contra la discriminación sexual.

A pesar de que el programa del FREPU reconoció una variedad de problemas, buscó interpelar a un sujeto central: el trabajador y la trabajadora peronista. El lugar ocupado por el peronismo en este punto fue un asunto complejo. En primer lugar, destacamos que la participación de corrientes minoritarias del peronismo de izquierda en el frente fue la primera experiencia de este tipo en la historia de los partidos políticos de tradición marxista en Argentina. Fueron múltiples las causas que contribuyeron al acercamiento con sectores del peronismo, y no son las mismas para cada organización. Los debates internos sobre la orientación o línea política ejercieron sin lugar a duda una influencia notable y también cada organización entendió que las vías para pergeñarlo eran diferentes. Pero la situación de crisis interna que atravesaba al peronismo en esta coyuntura, su división entre renovadores y ortodoxos, acentuó en ambas organizaciones la creencia de que esas dificultades eran la oportunidad para avanzar como representantes legítimos de las aspiraciones de los obreros y las obreras peronistas. De allí que, aunque minoritarios, los grupos del peronismo que confluyeron en el FREPU adquirieron un protagonismo desproporcionado con relación a su peso real. Se trataba de pequeñas ligas que actuaban en el nivel municipal y con escasa estructura militante, pero que resultaban funcionales para uno de los objetivos centrales del FREPU: arrogarse la representación verdadera del “peronismo de los trabajadores”. En este sentido, es notable cómo organizaciones como el PCA o el MAS que habían establecido vínculos conflictivos con este movimiento político emprendieron la tarea de presentarse como los garantes de las aspiraciones genuinas de los trabajadores y las trabajadoras peronistas. Para ello, no solo necesitaron la presencia de dirigentes y organizaciones pertenecientes a este espacio político, sino también tuvieron que definir qué versión del peronismo rescataba el FREPU.

Los resultados electorales de 1985 mostraron que ese objetivo estaba de alcanzarse. Al igual que en las elecciones de 1983, las fuerzas de izquierda que se presentaron a elecciones no se constituyeron como una alternativa en las urnas. Estas tuvieron una capacidad muy limitada para incidir sobre la dinámica del proceso de recambio institucional, que siguió en manos de los dos partidos mayoritarios de la Argentina: el peronismo y el radicalismo. Luego de las elecciones, el debate al interior del FREPU se tensionó entre mantenerlo como un acuerdo político-electoral o avanzar en la intervención común en frentes como el sindical o el universitario. Las dificultades para encarar esta última posibilidad fueron erosionando poco a poco este horizonte. Los primeros detractores del FREPU fueron las corrientes del peronismo, que retornaron a su estructura partidaria, el PJ, para participar en la disputa entre renovadores y ortodoxos, apoyándose en los primeros contra los últimos. Las diferencias entre el PCA y el MAS se intensificaron sobre todo en el frente gremial, que en algunos sindicatos y lugares de trabajo tuvieron enfrentamientos de los más variados. Con el paso de los meses, las actividades conjuntas se hicieron cada vez más exiguas y, si bien en el año 1987 el FREPU no constituyó una opción electoral, dos años más tarde, en un contexto en que ambos partidos atravesaban una profunda crisis, reeditaron la estrategia frentista en lo que se dio a conocer como Izquierda Unida, otro fenómeno a explorar que se inserta en nuestra agenda de trabajo.

Si bien el FREPU no logró sobreponerse a estas diferencias –que por otra parte nunca habían desaparecido– y naufragó fugazmente, sostenemos que constituyó una experiencia destacada y bastante excepcional. En el marco de una época que ha sido estudiada mirando casi en exclusiva a los actores hegemónicos y desatendiendo otros espacios políticos como el aquí reconstruido, el estudio del FREPU que proponemos funciona a modo de binóculo para indagar en varias direcciones: las culturas políticas de las izquierdas, las reconfiguraciones de las prácticas políticas en la transición a la democracia y la siempre neurálgica relación entre la izquierda y el peronismo en Argentina.



(Fragmentos del trabajo de Rodrigo López y Victoria Bona: “Los desafíos del Frente del Pueblo. El PCA y el MAS en la transición democrática argentina”, Revista Historia Social y de  las Mentalidades, 24(2), 2020)

[1] Los dirigentes sindicales que tuvieron un peso decisivo en la elección de 1983, tanto programáticamente como en la designación de cargos, provinieron fundamentalmente de las “62 Organizaciones”. Fundadas en 1957, se las reconoce como el brazo político del sindicalismo peronista. Durante los años ochenta estuvieron dirigidas por Lorenzo Miguel, de la Unión Obrera Metalúrgica.

[2] Steven Levitsky, La transformación del justicialismo. Del partido sindical al partido clientelista. 1983-1989, Buenos Aires, Siglo XXI, 2005, pp. 147-149.

[3] Los resultados pueden ser consultados en: https://www.argentina.gob.ar/interior/dine/ resultadosyestadisticas/1985

[4] MAS, Minuta sobre la situación nacional ante el nuevo plan económico del gobierno, 27 de junio de 1985, p. 2.

[5] Gareth Stedman Jones, Lenguajes de clase. Estudios sobre la historia de la clase obrera inglesa (1832-1982), Buenos Aires, Siglo XXI, 2014, p. 32.

[6] Trabajadores Peronistas de Quilmes, Carta abierta: ¿A quién vamos a votar los peronistas en noviembre?

[7] Trabajadores Peronistas de Escorihuela, Carta abierta.

[8] Qué Pasa, Año 5, N° 237, 18 de septiembre de 1985, Sección Segunda, p. 2.

[9] Natalia Casola, El PC argentino y la dictadura militar, Buenos Aires, Imago Mundi, 2015, p. 212.

[10] Qué Pasa, año 5. N° 218, 8 de mayo de 1985, p. 4.

[11] Qué Pasa, Año 5, N° 207, 20 de febrero de 1985, p. 2.

[12] Qué Pasa, Año 5, N°. 239, 2 de octubre de 1985, p. 4.

[13] Qué Pasa, Año 5, N° 207, 20 de febrero de 1985, p. 2.

[14] El PSP fue un partido que provenía del viejo tronco socialista que reivindicaba la “tradición moderada y no-revolucionaria del socialismo argentino, a la vez que incorporando elementos nacionalistas y de acercamiento y apoyo al peronismo” (Águila 66). Se trataba de un partido que no fue ilegalizado por la dictadura y que tuvo como principal espacio de intervención la provincia de Santa Fe.

[15] MAS, “Circular interna N° 85”, 23 de marzo de 1985, p. 5.

[16] MAS, “Circular interna N° 98”, 23 de marzo de 1985, p, 3.

[17] MAS, “Circular interna N° 108”, p. 1.

[18] MAS, Marcha de las relaciones con el PC y el peronismo en el FREPU, p. 2.


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